lunes, 27 de junio de 2016

La criminalización de la clase obrera

Desde finales de los años setenta, en Reino Unido se ha llevado a cabo un proceso de criminalización de la clase obrera, liderado por Margaret Thatcher, pero que ha sido aplicado sistemáticamente en gran parte del mundo. El libro "Chavs. La demonización de la clase obrera", de Owen Jones, relata este proceso de forma pormenorizada, explicando cómo los medios de comunicación saturaban sus parrillas con programas en los que se relataban casos de estafas a la seguridad social y otros delitos similares, cometidos todos ellos por trabajadores humildes, los eslabones más débiles de la clase obrera. Esta constante propaganda liberal, consiguió que la percepción de la sociedad británica fuera que un 27% del gasto social estaba mal empleado, puesto que se dejaba en manos de estos delincuentes. La realidad, cuando se analizan los datos, es que solo el 0,7% del gasto social está mal empleado.

Esta campaña de criminalización está claramente enfocada en destruir la conciencia de clase, en convertir la pertenencia a la clase obrera en un desprestigio, y sustituir a esta por una artificial clase media donde todo el mundo cabe. De esta forma, se pretende reducir el concepto de clase obrera a un grupo de inadaptados, que, si viven en circunstancias miserables, es porque así lo han elegido. Un grupo al que nadie querría pertenecer.

Pero este proceso no es exclusivo del Reino Unido, ha sido importado con éxito en la gran mayoría de países capitalistas. En España, programas como Princesas de barrio o series como La tira, son solo algunos ejemplos de la imagen que se ha trasmitido de las clases más humildes, consiguiendo implantar en una mayoría de la sociedad ese concepto tan liberal que viene a decir, más o menos, que al que le van las cosas mal es porque no trabaja suficiente, y que cualquiera que se esfuerce puede conseguir lo que quiera. Este mensaje se potencia a su vez con historias de "triunfadores", que levantaron una fortuna "de la nada", como si estos fueran ejemplos a seguir, cuando la realidad de los datos es que casos como esos, son una ínfima minoría (9 de cada 10 empresas fracasan antes de los 5 años de vida), y que solo son posibles gracias al trabajo conjunto de un grupo de trabajadores, que generan una riqueza de la cual otros se apropian amparados en el modo capitalista de producción.

Todo esta propaganda ha calado de tal forma que, cuando se violan derechos laborales, las empresas solo tienen que usar su maquinaria para criminalizar al trabajador, alegando cualquier motivo, sin necesidad de aportar pruebas, consiguiendo que sean los propios trabajadores los que culpabilicen al compañero agredido. De esta forma, empleando la táctica del divide y vencerás, se diluye toda la fuerza que los trabajadores tenemos estando unidos. Y es una táctica que funciona, lo estamos viendo en primera persona; a raíz de los últimos despidos que hemos denunciado desde CSC (1 - 2 - 3 - 4 - 5), hemos recibido comentarios que, no solo justificaban estos despidos, sino que los consideraban casi necesarios.

Ante esta idea de que, quien es despedido, es porque se lo merece, cualquier despido está justificado, porque siempre habrá motivos para quienes despiden, sean verdad o no. Siempre se encontrará una motivación, por muy débil que sea, para quitar su sustento a un trabajador, mientras que miremos impasibles pensando que, a nosotros, eso no nos va a pasar.

Nuestra postura ante este ataque ideológico no puede ser otra que buscar la unidad de los trabajadores. Por eso os animamos a todos a fortalecer el sindicalismo de clase, a participar con nosotros en la construcción de una organización fuerte, que luche de verdad por nuestros intereses y que no venda a los trabajadores.

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