Os dejamos a continuación el texto literal que un trabajador de everis nos ha enviado con una reflexión acerca de la jornada de 10 horas y la libertad de elección:
«En la mentalidad capitalista, la que nos inculcan cada día, a veces de forma sutil, a veces de forma ruda y brutal, nos hacen creer que en la relación empresario-trabajador el poder lo tiene el primero, y si el segundo se enfrenta a este, está destinado a perder. En este contexto, acogemos como agua de mayo cualquier concesión por parte de la empresa, sin prestar la más mínima atención a lo que pagamos a cambio, véanse los compensados sacrificando la jornada de 40 horas, y/o las tardes libre a cambio de la jornada de 10 horas.
Aquí subyacen dos ideas fundamentales: las reglas las pone la empresa (ni el Estatuto de los Trabajadores, ni el Convenio Colectivo, ni cualquiera de las denigrantes leyes redactadas por la patronal), y el trabajador medio no sólo tiene que dar las gracias a la empresa y recibirlo con alegría sino que, además, tiene que presionar al compañero que es capaz de ver la trampa para volver a ponerle la venda en los ojos. Y como la empresa manda, lo que un día nos da, otro día nos lo quita y nos quedamos de brazos cruzados (recordemos que según el sistema ni siquiera es nuestro el descanso del bocadillo).
No quiero hablar aquí de la trampa en sí, sino de los tramposos, los "mediadores" que dicen estar en medio cuando deberían de estar del lado de los trabajadores y en realidad están del lado del empresario. Enarbolan la bandera de la libertad para justificar permitir, es decir, dar su consentimiento (y el de los trabajadores, ya que lo hacen en nuestro nombre), a ciertas modificaciones sustanciales de las condiciones del trabajo. Permiso que, por otro lado, el empresario necesita, ya que de no ser así, no lo pediría. Obviamente, detrás de estos movimientos, la empresa no busca el bienestar de los trabajadores, por más que se empeñe en venderlo como tal, sino conseguir ciertas concesiones que le permitan obtener "ventajas competitivas", como por ejemplo, ampliar el horario del centro de 7 a 21, con la excusa de la flexibilidad horaria.
El argumento que más he oído es "Si la empresa lo permite, y a alguien le viene bien, ¿por qué tienen los del sindicato (en concreto, los de CSC) que limitarnos?". Sinceramente, ¿quién va a conciliar vida familiar alguna trabajando hasta las 9 de la noche? De nuevo aparece aquí la suposición de que la empresa es la que pone las reglas, la que nos "concede" y permite esta gran "mejora" (la cual no es tal, ya que lo que dejamos de trabajar por un lado lo trabajamos por otro).
Está muy bien eso de tener más libertad, pero claro, junto a la palabra libertad, viene otra más temida: responsabilidad. De hecho, aparece en negrita en el correo de Thierry y es uno de los grandes valores del centro. El problema con la libertad es que "las reglas del juego" se desdibujan, y al final, el responsable será el trabajador. Del mismo modo que, según el discurso de la empresa somos responsables de nuestra evolución y nuestra carrera dentro de la misma. Esto se puede traducir en que, si por una mala gestión, un trabajador tiene que echar horas extras, estas ya no se considerarán como tal, y el trabajador tendrá que modificar su horario de acuerdo a "las necesidades del proyecto", y sin la más mínima compensación. El trabajador es libre de aceptarlo o no, pero también será responsable por ello. Del mismo modo, si una mala asignación le sitúa en un proyecto para el que no da el perfil, el único responsable si se ve afectada su productividad será el trabajador.
Esto, unido a lo confuso y arbitrario del plan de carrera y el sistema de subidas anuales, en el que priman criterios subjetivos sobre los objetivos, se traduce en que cualquier trabajador debe dejar que se pisoteen sus derechos si quiere medrar en la empresa, o ver su carrera y su salario congelado si exige que estos se respeten. Además, el trabajador no tendrá derecho a quejarse (ni siquiera por desahogarse), porque lo que le sobrevenga será únicamente responsabilidad suya.
Volviendo a los que decíamos al principio, sobre el poder de la empresa frente al trabajador aislado, cuando un patrón, un responsable, pide a un trabajador que ceda parte de sus derechos, pone sobre él una losa, con todo el peso de la empresa, y ante esa presión, tenderá siempre a ceder ante el miedo a posibles represalias, directas o indirectas, ya que el sistema interno de la empresa no aporta al trabajador ni seguridad, ni herramientas para saber qué le corresponde al final de cada año.
La única forma que tienen los trabajadores de contrarrestar esa presión es unirse, y ejercer esa presión de forma conjunta. Porque a un trabajador se le sustituye fácilmente, pero sustituir a una plantilla entera es más costoso que entregarnos lo que nos pertenece. Lo que el comité consigue en nombre de la "libertad" del trabajador, no es otra cosa que desdibujar los límites de lo establecido, ya que para cada uno lo establecido es diferente, y por consiguiente, aislarlo de sus compañeros, puesto que al tener condiciones diferentes, es más difícil sentir que te puede tocar a ti, y solidarizarte con el compañero perjudicado. Pero claro, mañana te pueden cambiar de proyecto, y tus concesiones por parte de la empresa, o de tu anterior responsable, se pueden quedar en un limbo y no podrás reclamarlas porque “las necesidades del proyecto” tendrán más valor que tu dignidad.»
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